viernes, 6 de julio de 2012

El camino del norte, de Horacio Vázquez-Rial


Este novelón, en el mejor sentido de la palabra, me lo he leído apenas en un rato. No es que lea muy rápido, sino que sólo tiene 214 páginas, cosa que es una verdadera pena, porque es sencillamente una obra extraordinaria. Basta con leer las primeras líneas para darnos cuenta de que nos espera una velada muy agradable junto a un maestro de la literatura hispana: Horacio Vázquez-Rial.
Con todo debo reconocer que es la primera novela del autor que leo. Aunque sus artículos, verdaderas joyas, los vengo leyendo semana tras semana desde hace unos dos años, quizás poco menos, cuando me enteré de su existencia, porque a pesar de ser un genio con las palabras, de él se habla poco. Cosas de la vida.
El camino del norte ganó en el 2006 el Premio La Otra Orilla, otorgado por El Grupo Editorial Norma, galardón que apenas se entregó por primera vez en el 2005 y que ha adquirido prestigio por ser dado a novelas que verdaderamente lo merecen por su calidad, aunque en las librerías el éxito se les niegue.
La historia ocurre durante el famoso corralito en la Argentina, uno de los periodos más negros del país en los últimos años, y al que se aproxima a volver a pasos agigantados. Un médico sesentón y judío que echó a perder su vida durante la dictadura militar ha vuelto de la muerte, o algo parecido, y busca a su amor de juventud, que también es su prima.
Nuestro hombre pasó años borracho y dormido, casi muerto. Una mujer a la que amó lo mantenía semimuerto para poder seguir matándolo. Ya vuelto a la vida, cosa que él en algunos momentos no cree, va a buscar a su prima, al norte, mientras la clase media del país se hace terriblemente pobre y los presidentes caen más rápido que patos en una cacería.
La búsqueda de Enrique Kramer, el médico, lo lleva a un pequeño pueblo, donde vive su querida prima, la miseria humana, un falso suizo que oculta su pasado nazi junto a un ejemplar de Mein Kampf, y un par de buenos amigos, cura uno y judío el otro, que se pelean y filosofan muy bien.
Vázquez-Rial escribe con tanta calidad que ni siquiera nos fijamos en que la novela promete cosas que luego no nos da. Tampoco en el absurdo de que tres personas que no se conocen, dos judíos y otro quizás cristiano, deciden por la misma fecha vengarse de un personaje que se las debe desde hace bastantes años, al que si no matan se muere el mismo día de viejo. Coincidencia ésta difícil de creer, pero que encierra una belleza literaria igualmente difícil de hallar en una librería.
La realidad es que si en la novela aparecieran leones parlantes y vegetarianos, griegos adictos al trabajo y mexicanos abstemios de todas formas nos la creeríamos y la disfrutaríamos igual porque los diálogos de los personajes, lo que sienten y lo que piensan, es casi siempre extraordinario, tanto que la historia termina por ser lo de menos cuando a fin de cuentas también es muy buena.
En el cuento reseñado ayer, De los Apeninos a los Andes, escrito hace siglo y pico por Edmundo de Amicis, la Argentina que aparece allí es muy diferente a la que nos ofrece Vázquez-Rial. En aquélla había trabajo para todos, los puertos estaban llenos de barcos que también estaban llenos de europeos que habían viajado miles de kilómetros para hallar un país en el que había oportunidades de progresar.
Pero esa Argentina se perdió hace quién sabe cuántos años, y Vázquez-Rial nos lo dice de forma inigualable, como sólo puede hacerlo un gran escritor:

–¿Cuándo cruzamos la frontera? –preguntó Bruno al cabo de un rato.
–¿Qué frontera?
–La que separa la Argentina de este país.
–Ah, esa… Hace unos cuarenta años, más o menos. Pero hay quien dice que hace setenta. La verdad es que ya nadie se acuerda, ¿no?


El primer golpe de Estado fue en 1930. Desde allí se echó al país como una bola de nieve por una pendiente. La bola sigue creciendo y la pendiente aún no termina. Aunque son pocos los argentinos que demuestran saberlo.

–¿Veinte?
–¿Pesos?
–Dólares. Valen más. Allá tienen presidente siempre.


Dicen que los países poblados por gente culta son los que pueden librarse de ese fanatismo que conduce irremediablemente a la miseria. La Argentina, con su historia llena de golpes de Estado y de pésimos líderes, es una clara excepción.

¿Qué es lo mejor del libro?
Desde las primeras líneas hasta el final es excelente. En ningún momento decae.
¿Se lee rápido?
Dos o tres horas cuando mucho y no dan ganas de hacer pausas.
¿Tiene algunos defectos?
A mi juicio, ninguno, por difícil de creer que sea.
¿A quién podría gustarle?
A cualquiera que le guste la buena literatura.
¿Deja algún mensaje?
No, pero me ha dejado un excelente sabor de boca.
¿Se merecería ganar un premio?
Uno no…

9.5/10

Aquí hay otra reseña del libro
Una más aquí
Aquí otra
Y también aquí

3 comentarios:

  1. Ay este libro no sé si lo tengo por casa (sin leer) o si lo he tenido no hace mucho en las manos...
    Voy a echar un vistazo porque si no lo tengo, con este si me gustaría hacerme,...y en breves por lo que veo.
    Un beso!

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  2. Mucho me temo que a Vázquez-Rial no le darán el Nobel, porque no es tan conocido, pero ahora que desapareció Carlos Fuentes, yo lo veo como uno de los pocos hispanos vivos que escribe con la necesaria calidad para que se lo den.
    Besos

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  3. Ah, ahora al leer tu reseña sí que lo he recordado, había leído sobre él antes y ya me llamó la atención así que ahora mismo me lo apunto sin dudarlo.

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