jueves, 21 de abril de 2016

La sonrisa del ángel, un Principito como el de Saint-Exupéry

El título de la entrada viene a cuenta porque acabo de leer en una reseña en inglés que el libro que hoy toca recuerda mucho a El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Pero en realidad los libros no se parecen ni en trama ni en estructura, sino porque, a mi juicio, hacen llorar igual. ¿Quién no ha llorado leyendo El Principito? Es un libro tan pequeño que se puede leer varias veces al año, y algunas de esas veces nos toma en momentos tan emotivos que saca las lágrimas.
Pues bien, La sonrisa del ángel  es un libro como el de Saint-Exupéry. Hace llorar. Su autor, Adam J. Oderoll, logra con una historia breve meter unos duros golpes al alma, o lo que sea que hay por allí. En un principio creemos que no estamos en un mundo tan fantasioso, sino demasiado real, con un niño huérfano que deambula acompañado de un anciano vagabundo y un viejo y cansado perro.
El viaje es en busca de una esperanza, la del niño, la de hallar a una familia que no sabe si existe, pero, a juicio del viejo, debe de seguir esa esperanza por pequeña que sea, porque seguir a una esperanza y aferrarse a ella no es otra cosa que el alimento de la felicidad.
La historia está llena de frases que nos ayudan a reflexionar. El anciano es un filósofo que encuentra las palabras correctas para cada situación. Algo así como Merlín en El Caballero de la armadura oxidada.
Lo hermoso de esta pequeña historia es que nos enseña a conocer y a diferenciar a los ángeles. Porque según esto hay dos, los de mármol que adornan las iglesias y otros, los reales, los que se acercan cuando un niño sufre, lo cuidan y le enseñan a vivir y después vuelven al cielo, llevando incluso un mensaje para un ser amado que se ha ido.
¿Quién se podría imaginar que en un trío compuesto por un niño y un anciano en harapos, más un perro débil y enfermizo, se esconde un ángel, un ángel de verdad?

La persona se disponga a leer este libro que esté lista para emocionarse, para conmoverse, reflexionar, aprender y llorar, porque si no se llora al principio o a la mitad, sin duda se llora al final. De eso no hay duda. Pero no se llora de tristeza, sino de felicidad, en eso es en lo que se parecen ambos libros, El principito y La sonrisa del ángel.

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